Mi Historia
De la infancia hasta los 17 años.
"El ego, la vanidad y el que dirán"
Nací en una familia de esfuerzo y amor, pero crecí sintiéndome “la oveja negra”. Ese lugar, junto con la necesidad de ser visto y validado, me llevó a actuar desde la rebeldía, a descargar mi rabia con gritos y comportamientos que lastimaron a quienes más me querían.
La muerte de mi abuelo fue un golpe profundo, el primer dolor real que experimenté, y aunque conté con apoyo profesional, el vacío permaneció por años. A pesar de crecer en un entorno seguro, busqué reconocimiento en los caminos equivocados: amistades inestables, fiestas, alcohol y otras decisiones que solo reflejaban mi desconexión interna.
Con 16 años, buscando independencia, trabajé, emprendí y creí que lo material era sinónimo de éxito.
De los 18 a los 31.
La llegada de mi hijo Fernando fue un punto de inflexión. Por primera vez sentí la responsabilidad real de ser alguien para otro ser humano. Me enfoqué en el trabajo, en alcanzar metas, escalar posiciones y construir una vida que reflejara éxito: mejores trabajos, mayores ingresos y reconocimiento social.
Pero ese enfoque tenía una base frágil: mi ego y la necesidad constante de validación. Mi vida se llenó de aparentes logros, pero también de rupturas y momentos de vacío que ignoraba.
A los 23 años, fui padre nuevamente de mi hija Florencia, y con ello, intenté construir una familia “perfecta”. Sin embargo, mis decisiones seguían naciendo desde la inconsciencia y el miedo a estar solo. Lo que parecía éxito era solo una máscara: mi ego me hacía avanzar, pero al mismo tiempo me limitaba.
31 y 32 años ( LOS AÑOS MAS DIFICILES DE MI VIDA)
La vida me puso de rodillas. Perdí trabajos, relaciones y mi estabilidad financiera. Malgasté dinero de manera excesiva y me vi en la quiebra, enfrentando una depresión severa. Las fluctuaciones de peso, la angustia y el agotamiento emocional me llevaron al límite; tres veces estuve al borde de no querer continuar. A los 32 años, toqué fondo. Intenté encontrar respuestas en psicólogos y psiquiatras, pero ese espacio solo me permitía expresarme, sin la retroalimentación que realmente necesitaba para entender qué debía cambiar en mí. Fue entonces cuando tomé la responsabilidad de mi propio proceso: mirarme hacia adentro, sin excusas, sin máscaras.
En ese viaje de introspección y transformación, me hice las preguntas más difíciles:
¿Quién soy? ¿Qué quiero realmente hacer con mi vida?
Descubrí que todo lo vivido no fue un castigo, sino una preparación. Aprendí que no quería volver a ser el Manuel de antes, ese que avanzaba solo por ego y apariencias. Decidí renacer. Encontré mi propósito: ayudar a otros a sanar, como yo lo hice, desde mi propia experiencia y desde un entendimiento real de lo que significa transformar la vida desde adentro.
Esto me lleva a un nuevo mindset, el comienzo de una mentalidad renovada y consciente, la base de mi misión actual.